sábado, octubre 18, 2014

El espejo trizado, por Max Colodro.

"En rigor, la inversión privada, el desafío de revertir la tendencia al deterioro de la productividad, el incentivo al ahorro, la responsabilidad fiscal, definitivamente dejaron de ser el norte de una gestión pública centrada ya hacia otras metas."





El espejo trizado,
por Max Colodro.


No es un fenómeno de los últimos seis meses; la imagen de Chile como un modelo exitoso de transición democrática, de alto crecimiento y buenas políticas sociales, viene desdibujándose desde hace más de una década. Lo que sí es obra y gracia del actual gobierno es la decisión de profundizar dicho proceso y reorientar las prioridades en una dirección distinta. En rigor, la inversión privada, el desafío de revertir la tendencia al deterioro de la productividad, el incentivo al ahorro, la responsabilidad fiscal, definitivamente dejaron de ser el norte de una gestión pública centrada ya hacia otras metas.


El fin del lucro y la gratuidad universal aparecen ahora como los nuevos paradigmas; el gasto público, como el instrumento por excelencia para resolver los problemas sociales. Nada muy original, salvo por un momento histórico y un contexto mundial donde dicho “modelo” se bate más bien en retirada. Aquí, sin embargo, está en auge: la nueva ciudadanía en Chile consiste básicamente en una sola cosa: en “desempoderar” a la gente para exigirle al Estado que se “empodere” a sí mismo y se haga por completo cargo de las demandas colectivas.


Una sociedad de derechos universales vendría finalmente a poner término al Estado subsidiario; esa es, en los hechos, la clave ideológica que definirá nuestro próximo cambio Constitucional. Ello requiere, no obstante, de ciertas premisas: la criminalización de los empresarios y del lucro privado. En efecto, el único gran “pecado” de nuestro Embajador en Uruguay fue haber develado un deseo inconsciente, una ilusión que se anida en un rincón muy profundo de la psiquis oficialista: sería “maravilloso” tener alguna evidencia de que los últimos bombazos en el país son efectivamente responsabilidad de la “derecha empresarial”.


El misil del Financial Times fue un trago muy amargo para la actual administración, porque vino a resumir, en una sola frase, la percepción creciente que se instala hoy en los mercados internacionales respecto de las opciones que el país ha realizado en los últimos meses. La “nueva mediocridad” resonó demasiado parecido al nombre de la actual coalición Gobernante. Y para una sociedad todavía provinciana, que ha hecho de los halagos del primer mundo su carta de presentación, dejar de ser la estrella del continente en materia de desarrollo es algo casi tan doloroso como la eliminación de un Mundial de Fútbol.


El orden global se ha vuelto cada vez más complejo; los países se disputan a muerte inversiones y capitales cada día más temerosos al riesgo, mientras en Chile una delirante mayoría pareciera disfrutar haciendo crecer la “tasa de incertidumbre” interna.


Es cierto: los países desarrollados atraviesan aún una severa crisis económica, pero todos se esfuerzan por salir de ella haciendo exactamente lo contrario de lo que ahora estamos implementando aquí. Países como Finlandia, Corea o Nueva Zelandia pudieron llegar a ser una verdadera “sociedad de derechos” mucho tiempo después de construir primero una “sociedad de obligaciones”; es decir, elevando con fuerza los estándares y las exigencias de productividad a trabajadores, estudiantes y profesionales. Nosotros decidimos, como siempre, partir al revés.


En definitiva, no podemos culpar al mensajero de la dureza del mensaje; no se saca nada queriendo romper el espejo y buscando imponer una imagen distinta. La “nueva mediocridad” no es más que el corolario de las decisiones que mayoritariamente venimos realizando desde hace tiempo, y que comienzan ahora a consumarse en el llamado “nuevo ciclo”. Como decía Hume: “No se pueden querer los hechos, y después no querer sus consecuencias”. Estamos a un paso de caer en la célebre trampa de los países de ingreso medio. Y por lo que se ve, hasta ahora, nuestra decisión colectiva es simplemente seguir adelante.


EMPELOTANDO A LAGOS