LEOPOLDO LÓPEZ:
Estoy preso por haber denunciado al Estado venezolano como corrupto,
ineficiente, represor y antidemocrático.
He sido
un perseguido político del régimen chavista por más de 10 años. Más de 20
expedientes, juicios políticos, intentos de homicidio debidamente denunciados y
nunca resueltos, asesinato moral por parte de los medios de comunicación del
Estado y dos inhabilitaciones políticas a pesar de haber obtenido una sentencia
favorable de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la violación a mis
derechos a la defensa y a la participación política.
Durante más
de un año, a partir de enero del 2013, Nicolás Maduro expresó públicamente, incluso en cadenas
nacionales de radio y televisión, su deseo de meterme preso por las opiniones
emitidas en contra de su Gobierno. Fue en ese contexto de persecución permanente
y de amenaza explícita por parte de Maduro que se emitió una orden de captura
en mi contra el 12 de febrero del presente año.
Estoy
preso por haber denunciado al Estado venezolano como corrupto, ineficiente,
represor y antidemocrático. Estoy preso por haber denunciado a viva voz que en
Venezuela no hay democracia, que los poderes públicos han sido secuestrados por
una élite corrupta, ineficiente y antidemocrática responsable de la grave crisis social,
económica y política que hoy sufrimos todos los venezolanos. Estoy preso por
haber denunciado que en Venezuela vivimos en dictadura. Estoy preso por haber
propuesto un cambio profundo que pasa por la sustitución de quienes están a
cargo de todos los poderes públicos. Estoy preso por haber solicitado la renuncia
o la sustitución por la vía constitucional de Nicolás Maduro como presidente de
Venezuela.
Estoy
preso por haber hecho un llamado al pueblo venezolano a salir a la calle a
protestar, haciendo uso de nuestro derecho histórico y constitucional a la protesta,
hasta lograr un cambio político que garantice la paz, el bienestar y el
progreso para todos los venezolanos. Estoy preso por haber expuesto ideas,
opiniones y propuestas que hoy comparten la mayoría de los venezolanos, que
desde la indignación piden un cambio
profundo que permita enrumbar a la nación.
Estoy
preso físicamente, me tienen aislado y con restricción severa a visitas, pero
ni ahora ni nunca podrán encarcelar mi absoluta convicción de que tenemos el
derecho y el deber de luchar para conquistar la democracia y la libertad para
Venezuela. Gracias a Dios no estoy solo en estas ideas, somos millones, somos
mayoría los que estamos dispuestos a luchar por un cambio hacia la democracia.
Podrán encarcelarme a mí y a miles más pero nunca podrán encarcelar el espíritu
de lucha que con los jóvenes en la vanguardia, hoy recorre la calle de los
pueblos, barrios y ciudades de todo el país. Ya Venezuela decidió cambiar, por
tanto mi encarcelamiento y el de muchos otros no es sino la cara de una
dictadura cada día más débil y con menos apoyo popular, que pretende mantenerse
en el poder reprimiendo, silenciando las voces críticas y criminalizando la
protesta.
La
acusación en mi contra, fundamentada en varios discursos que hice entre el 23
de enero y el 12 de febrero, tiene como mejor defensa los propios discursos,
leídos o vistos desde su inicio a fin, sin edición ni manipulación alguna. En
esos discursos, basado en un análisis
crítico de la actual crisis, propuse una salida, un cambio político definitivo,
activado desde la calle con acciones no violentas y materializado mediante la
convocatoria popular a una de las cuatro alternativas que ofrece la
Constitución para producir un cambio de gobierno.
El 23 de
enero hicimos un llamado al alzamiento de nuestra conciencia, al alzamiento del
espíritu optimista del pueblo venezolano, convencidos de que sí podemos tener
una mejor Venezuela. Un llamado a salir a la calle hecho en el aniversario del
23 de enero de 1958, celebrado por gobierno y oposición, fecha en la que el
pueblo venezolano se alzó contra la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Ese día convocamos a la celebración, el día
2 de febrero, de Asambleas Populares en toda Venezuela para debatir las
opciones a la salida de la crisis social, económica y política que vivimos.
El 2 de
febrero se realizaron centenares de asambleas en toda Venezuela, unas grandes,
otras menos, unas en plazas, otras en casas o calles. En esas asambleas
participaron distintas organizaciones, personas y partidos con distintas
propuestas. La conclusión fue asumir el compromiso de protestar pacíficamente
en la calle por un mejor país, fijándose el 12 de febrero como la fecha para
realizar las primeras manifestaciones.
En esa
oportunidad dije: “Estas luchas, hermanas, hermanos, tienen que tener una
conducción y una metodología clara, basada en la no violencia. La no violencia
ha sido el método de lucha más eficaz que se ha inventado por los pueblos
oprimidos. La no violencia no significa pasividad, la no violencia no significa
agachar la cabeza, la no violencia no significa retroceder. La no violencia es
no tener miedo, significa desafiar, la no violencia significa estar en las
calles, la no violencia significa tener un estado de consciencia en donde no
permitimos que nos manipulen.”
El día 12
de febrero, tal como habíamos convocado, miles de personas salieron a las
calles en toda Venezuela. En Caracas, la manifestación comenzó en Plaza
Venezuela. De allí salimos rumbo a la
sede principal del Ministerio Público, tal como se había notificado a las
autoridades. Allí manifestamos, en paz y
sin violencia, durante más de dos horas, luego nos retiramos en paz. Los hechos violentos se presentaron después
de nuestra partida y en ellos el gobierno de Nicolás Maduro está comprometido.
Por
cierto, lo que más llama la atención con respecto a la narrativa de los hechos
por parte del Gobierno en su acusación en mi contra es que omite por completo
el hecho más relevante ocurrido ese día: el asesinato de dos ciudadanos
venezolanos, Juan Montoya y Bassil Da Costa, ejecutados por funcionarios de la
policía política del Gobierno. Calla también el Gobierno que desde esa fecha
hasta el presente 42 venezolanos han sido asesinados en las protestas de la
calle, que miles fueron detenidos y sometidos a juicio y que más de un centenar
están todavía privados de libertad por ejercer su derecho constitucional a
protestar.
En mi
caso, nada tengo que rectificar a lo dicho y hecho. Si es un delito denunciar
la corrupción, la ineficiencia, la pérdida de libertades y la vocación
antidemocrática de quienes gobiernan, asumo mi responsabilidad. Asimismo me
declaro responsable de haber convocado a la protesta, a la calle, con la
intención de salir a conquistar la democracia y la libertad para todos los
venezolanos.
Soy
inocente de los delitos que me imputan, pero nada espero de un sistema de
justicia compuesto por unos tribunales, un Ministerio Público y una Defensoría
del Pueblo, altamente corrompido, secuestrado y manipulado por el gobierno de
Nicolás Maduro. Soy, junto a cientos de compañeros, un preso político, un preso
de conciencia.
Leopoldo
López Mendoza, Cárcel de Ramo Verde, Los Teques, Venezuela.