Winston Churchill, Premier británico durante la II Guerra Mundial, expresó una vez que "la democracia es el peor de los sistemas de gobierno. Lo que pasa es que todos los demás ya han sido probados". Palabras que cobran una gran importancia en la época que vivimos, donde la definición del concepto no puede estar más trastocada.
El término democracia proviene del griego demokratía, que significa poder popular. De la palabra se desprenden dos cualidades primarias:
Todos los ciudadanos tienen iguales posibilidades de acceder al poder
Todos los ciudadanos tienen libertades legitimadas, que van acompañadas de derechos y deberes
Sin embargo, dichos puntos no se están apreciando en toda su medida en nuestro continente. Ciertos gobiernos, pertenecientes a la corriente política del "Socialismo del Siglo XXI", y atribuyéndose una prepotencia sin precedentes, han ido reduciendo gradualmente las posibilidades de que los representantes de sectores políticos que no comulgan con sus ideas tengan alguna posiblidad de acceder al poder. Al mismo tiempo, han ido reduciendo los derechos más elementales de dichos grupos, contrarrestándolos con represión, hostigamiento y amenazas. Tenemos varios ejemplos: cierre de medios de comunicación, imposibilidad de reuniones masivas, etc.
Esto constituye una violación evidente de los dos puntos anteriormente descritos. Y, en lo que puede considerarse una ironía mayúscula, los presidentes de este grupo argumentan que en sus países hay democracia. ¡Por favor! ¿Por quién nos toman? No nacimos ayer, señores... ¿Acaso la democracia es patrimonio de la izquierda? Si un político de derecha es electo para la Presidencia de un país, ¿su gobierno no será democrático sólo porque es de una tendencia distinta? ¿Y qué hay del "pueblo" que tanto dicen defender? ¿Sólo se limita a la gente de izquierda? ¿Y qué hay de los famosos derechos humanos? ¿También se limitan a un sólo sector de la población?
Podríamos seguir con preguntas parecidas hasta el día del Juicio Final. Pero una cosa es clara: si gente que se dice de izquierda no es capaz de responderlas adecuadamente, sin recurrir a los clichés panfletarios, podremos concluir una cosa: no conocen la verdadera dimensión de la democracia.
Todos los ciudadanos tienen libertades legitimadas, que van acompañadas de derechos y deberes
Sin embargo, dichos puntos no se están apreciando en toda su medida en nuestro continente. Ciertos gobiernos, pertenecientes a la corriente política del "Socialismo del Siglo XXI", y atribuyéndose una prepotencia sin precedentes, han ido reduciendo gradualmente las posibilidades de que los representantes de sectores políticos que no comulgan con sus ideas tengan alguna posiblidad de acceder al poder. Al mismo tiempo, han ido reduciendo los derechos más elementales de dichos grupos, contrarrestándolos con represión, hostigamiento y amenazas. Tenemos varios ejemplos: cierre de medios de comunicación, imposibilidad de reuniones masivas, etc.
Esto constituye una violación evidente de los dos puntos anteriormente descritos. Y, en lo que puede considerarse una ironía mayúscula, los presidentes de este grupo argumentan que en sus países hay democracia. ¡Por favor! ¿Por quién nos toman? No nacimos ayer, señores... ¿Acaso la democracia es patrimonio de la izquierda? Si un político de derecha es electo para la Presidencia de un país, ¿su gobierno no será democrático sólo porque es de una tendencia distinta? ¿Y qué hay del "pueblo" que tanto dicen defender? ¿Sólo se limita a la gente de izquierda? ¿Y qué hay de los famosos derechos humanos? ¿También se limitan a un sólo sector de la población?
Podríamos seguir con preguntas parecidas hasta el día del Juicio Final. Pero una cosa es clara: si gente que se dice de izquierda no es capaz de responderlas adecuadamente, sin recurrir a los clichés panfletarios, podremos concluir una cosa: no conocen la verdadera dimensión de la democracia.