No sólo nos estamos oscureciendo por los problemas energéticos, sino también por la sistemática deficiencia de la gestión gubernamental y la falta de un verdadero proyecto de desarrollo. Frente a grandes problemas se requieren soluciones “enérgicas”, reformas profundas y no seguidillas de paquetitos de medidas mediocres, que son como la aspirina para las infecciones: no hacen nada real. El impuesto de timbres y estampillas es una aberración que debió ser suprimida totalmente hace rato. El impuesto específico a la gasolina debió ser eliminado completamente, ya que responde a un problema que ya no existe. Apoyar al medio ambiente está perfecto, pero pagar las patentes por dos años de autos híbridos caros es simplemente irrisorio, por su alcance y un regalo para los más ricos. ¿Serán en la práctica unos 200 autos en total al año? Les doy mil, que creo es imposible, y tenemos ahí un gasto de un millón de dólares y un impacto ambiental risible. Eso es la política económica del Gobierno: píldoras sin voluntad alguna. Así han sido todos los “paquetes” que han hecho hasta ahora. Por eso estamos creciendo al tres o al cuatro, en las mejores condiciones históricas posibles. La pobreza deberá seguir esperando.
La modernización del Estado ni aparece en el horizonte, y es un karma que pesará por años, pues, cuando se emprende, demora en madurar. La agenda digital nadie la mueve. Es la puerta al futuro, y sigue cerrada. El mercado laboral se rigidiza y va a aumentar el desempleo, por ende, la pobreza. La comisión de innovación sigue pagando estudios carísimos y no pasa a la acción. La descentralización efectiva no supera la retórica.
A todo esto ahora le sumamos la inflación, un problema que va a ser rebelde. El gran tema es que el gasto estatal es literalmente el doble del crecimiento, y eso es una ecuación simple que genera inflación. Más aún, ese gasto es muy ineficiente y desordenado, como ha quedado en evidencia en Educación. El Transantiago solito bota casi 500 millones de dólares al año. EFE, otros cientos más, y hay que inyectarle otros mil millones. Comuna Segura botó cientos. Las platas del empleo de emergencia han sido mal administradas, Chiledeportes igual, extraños honorarios en Gendarmería. Codelco baja sistemáticamente su productividad. Las cárceles fueron mal licitadas. Funcionarios incompetentes llegaron a recomendar un puente de otros mil millones de dólares. Para qué seguir. Es claramente una tendencia. Por ello, la Concertación siempre habla del aumento del gasto social como indicador, obviando los resultados.
Si al enorme gasto público mal administrado, le sumamos el gasto de estos dos años de elecciones, un dólar que en algún momento va a subir si no queremos que la economía muera, y una presión sindical desmedida apoyada por el Gobierno, la inflación está para quedarse largo rato, junto a una muy débil economía. Mantengo mi pronóstico de una estagflación para el 2010.
La reacción del Ejecutivo frente a los problemas es increíble. Es objetivo que hay un problema gigantesco de gestión en educación. La Contraloría recomienda destitución, y el Gobierno protege al funcionario abiertamente incompetente, pero buen operador político. Sin embargo, despiden a quien denuncia el hecho. Se blinda a una ministra sin pergaminos para la cartera, muy agresiva, y por cierto responsable directamente del tema. Este problema lo conocía desde que asumió. Una competencia mínima en la gestión es abordar el asunto y poner la tecnología para controlarlo. Hoy ya podría mostrar algo de modernización estatal. Simplemente no lo hizo, porque no sabe cómo y yo creo que tampoco le interesa. La ministra es una buena política y probablemente está pensando en su carrera parlamentaria, más que en la educación de Chile. Jamás se ha conocido algún artículo donde ella muestre sus planteamientos técnicos sobre la educación del futuro. El “gran” acuerdo logrado no lo es tal, y su impacto en la educación para el siglo 21 es, a mi juicio, casi nulo, o hasta regresivo.
El manejo de este tema por la Presidenta es otro gran error político, que le costará muy caro. Está condescendencia en los temas de gestión se la van a enrostrar una y otra vez en los nuevos incidentes que necesariamente van a ocurrir.
En ese marco, el país se oscurece lentamente. Llegó el tiempo de alternar el poder, si no queremos que la luz simplemente se nos apague.