Gestión, gestión, gestión… y algo más,
por Juan Carlos Eichholz.
Lentamente, sí, pero el polvo ya comienza a decantar y los resultados a aparecer. Y es que cuando los caballos corren de un lado para otro, día y noche, dentro del corral, lo único que se ve es una nube de polvo, hasta que se abre el portón y comienzan a avanzar en una dirección. Eso es lo que ha pasado en estos primeros meses del gobierno de Piñera. Entre el terremoto y la instalación —con el difícil aprendizaje que ésta ha conllevado—, se había visto mucha actividad, agotadora a veces, pero pocos frutos de ella.
Hoy esos frutos comienzan a aparecer.
Que los mineros fueran encontrados vivos es un milagro, porque perfectamente pudieron haber muerto aplastados por el derrumbe. Pero el hecho mismo de que fueran encontrados responde más a una obra humana que a una intervención divina, hay que decirlo. Y esa obra humana parte por la acción rápida y decidida del Presidente de la República, seguida de una compleja articulación de esfuerzos de múltiples actores llevada adelante por el ministro de Minería. El desafío no ha sido nada de simple, lo mismo que puede decirse del proceso de reconstrucción posterremoto, pese a lo cual los avances en uno y otro caso son notorios. Aunque menos vistosos, también pueden apreciarse avances en asuntos internacionales —finalmente se ve a una Cancillería más proactiva que reactiva—, en seguridad pública y en educación —¡cuánto hubo que esperar para que se pusiera el foco en la sala de clases!—, y lo probable es que haya bastante más incubándose en otras reparticiones.
¿En qué se está marcando la diferencia? En lo que siempre se dijo que se haría: gestión. Ésa era la promesa esencial detrás de la nueva forma de gobernar: hacer las cosas bien, con iniciativa, orden, responsabilidad y excelencia. Simple y claro. Sólo que pocos pensaron que haciendo algo tan obvio y poco inspirador como eso se podría avanzar tanto. Mal que mal, ¿no son aquellos valores los mismos que inculcamos en nuestros hijos o los que guían nuestro actuar profesional? Pero algo no andaba bien en la administración pública, o al menos en los políticos que la comandaron en los últimos años. De otro modo, no se explica que con sólo gestionar bien se empiece a marcar una brecha tan grande con lo que se venía haciendo.
Sin embargo, el asunto parece ser más profundo que gestionar bien o mal. Lo que hay detrás de todo esto es una diferencia de valores, que es la que explica, a su vez, la diferencia entre el actuar de una y otra coalición, pero en particular entre el gobierno de Bachelet y el actual. Si aquél ponía el acento en el proceso, éste lo hace en los resultados —basta con ver lo ocurrido con la central termoeléctrica en Punta de Choros—; si el primero se inclinaba por la protección, el segundo lo hace por la responsabilidad; si para uno eran importantes las lealtades personales, para otro la clave está en la meritocracia. Y podríamos seguir: gradualidad vs. rapidez, equidad vs. eficiencia, seguridad vs. riesgo, paz social vs. enfrentamiento de los problemas, conversación vs. acción, lo colectivo vs. lo individual.
Visto así, es más fácil entender el modo en que la administración actual comienza a distanciarse de la anterior, a pesar de que inicialmente algunos le pusieron la etiqueta de quinto gobierno de la Concertación.