Uribe, el gran ganador en Colombia,
por Pablo Lira.
Se esperaba que fueran las elecciones más reñidas en la historia reciente de Colombia, ya que tanto el candidato oficialista del partido de la U, Juan Manuel Santos, como el líder de partido Verde, Antanas Mockus, encabezaban ampliamente la intención de votos en los sondeos de opinión. Los mismos que desnudaban que, pese al exitoso mandato de Alvaro Uribe (2002-2010) y los altos índices de su popularidad —por sobre el 70%, gracias principalmente a los avances en materia de seguridad y paz social—, éste sería incapaz de traspasar ese apoyo a su ex ministro de Defensa, tal como le pasó a Michelle Bachelet respecto de Eduardo Frei.
Sin embargo, los resultados de este domingo dijeron otra cosa. Escrutado el 99,71% de los votos, Santos obtuvo un 46,56% de los sufragios, doblando a Antanas Mockus, quien logró un magro 21,49%, transformándose el primero en el más seguro próximo Presidente de Colombia. Ello, ya que con los votos de la ex ministra de Uribe y candidata del Partido Conservador, Noemí Sanín (6,14%), como con los del candidato del Partido Cambio Radical, Germán Vargas Llenas (10,13%), ambas colectividades de la coalición de gobierno, le basta y le sobra para derrotar a Mockus el próximo 20.
Santos, un economista y administrador de empresas que por primera vez postulaba a un cargo de elección popular, fue quien durante su paso por el Ministerio de Defensa (2006-2009) lideró la lucha contra las FARC; planeó y ordenó ejecutar el bombardeo en territorio ecuatoriano contra un campamento de las Fuerzas FARC que le costó la vida a su líder, Raúl Reyes, y lideró la exitosa «Operación Jaque», que liberó a Ingrid Betancourt en 2008. Sin embargo, durante las últimas semanas debió lidiar contra el caso de los «falsos positivos», civiles asesinados por los militares colombianos durante su período al mando de Defensa, a los que se hizo pasar como guerrilleros muertos.
Por su parte, Antanas Mockus, un hijo de inmigrantes lituanos, matemático y filósofo, ex rector de la Universidad Nacional y dos veces alcalde de Bogotá, durante los últimos dos meses protagonizó un ascenso meteórico en las encuestas, que lo daban como el más seguro ganador en segunda vuelta, favoritismo que no fue ratificado en las urnas. Un fenómeno similar al ocurrido con Marco Enríquez-Ominami (ME-O) en Chile o Nick Clegg en el Reino Unido: el candidato outsider que con una alta exposición mediática irrumpe en la escena electoral, pero que al no contar con una plataforma partidaria y política sólida para desplegar su campaña y después para gobernar, termina por desvanecerse como el humo.
Por otra lado, más allá del exitoso resultado obtenido por el Partido de la U y su candidato presidencial, el gran ganador de este proceso eleccionario fue el Presidente Uribe, que con este triunfo revalida y extiende su obra y liderazgo político en Colombia, puesto en tela de juicio en marzo pasado, luego que el Tribunal Constitucional no autorizara un plebiscito para decidir si el Mandatario podía postularse a un tercer período consecutivo. Su legado se consolida aun más, considerando que tanto Santos como Mockus han señalado públicamente que continuarán con su política estratégica de «seguridad democrática» y mano dura frente a la guerrilla, con el objeto de preservar los logros alcanzados en materia de seguridad político-social en sus ocho años de gobierno, rechazando de plano la propuesta de “intercambio humanitario” de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Con todo, para el sucesor de Uribe, al mando de una nación de 43 millones de habitantes, de los cuales cerca del 44% está bajo la línea de la pobreza, el panorama es delicado y el desafío mayor, producto de los negativos efectos económicos y sociales de la crisis económica que ha afectado a la región y han repercutido hondamente en Colombia.