lunes, marzo 22, 2010

¿Cuál es el Chile que queremos reconstruir?. María Eugenia Díaz.




¿Cuál es el Chile que queremos reconstruir?,
por María Eugenia Díaz.

En estos días hemos visto la cara de un Chile que no nos gusta. Se ha develado que el “tigre” de América Latina, ese país que se enorgullece del orden en sus cuentas y de sus bajos índices de corrupción, es de una fragilidad inmensa. Sin desmerecer la potencia del terremoto, la fuerza de la naturaleza nos habló de nuestra soberbia, nos reveló que somos débiles, que seguimos pareciendo maestros chasquillas para asumir las pequeñas y las grandes tareas. Y también desnudó las carencias de nuestra cultura ciudadana, un aspecto aún poco abordado y muy poco valorado, pero indispensable para fortalecer nuestra democracia.

Lo que el desastre del terremoto ha sacado a la luz es la fuerza con que se ha impuesto la cultura individualista, la de los winner, lo que ha terminado debilitando el tejido social. Y es que nuestra sociedad ha logrado convencernos de que cada cual es responsable sólo de sí mismo, de que fuera de los límites de nuestras casas y oficinas existe, más que una comunidad, una peligrosa muchedumbre a quienes debemos temer más que valorar y respetar. La cultura del oportunismo, la llamada pillería del chileno, no es otra cosa que falta de cultura cívica, ausencia de un sentido de comunidad que nos comprenda como seres iguales en dignidad y derechos. Lo vemos cotidianamente en aquel que porfiadamente sube a codazos por la escalera destinada para bajar en una estación del Metro, o en el automovilista que dobla en segunda fila para saltarse una larga cola de autos o cuando un adulto come y convida a sus hijos de un chocolate que no pagará a la salida del supermercado.

Es por esto que cabe preguntarnos, ¿cuál es el país que queremos reconstruir?

Nuestra convicción es que debemos avanzar en una cultura democrática que asuma, defienda y resguarde los valores que promueve. La democracia no es sólo un sistema para elegir autoridades, es sobre todo una cultura política que pone a los ciudadanos y a las ciudadanas como los actores claves. Y en este campo no partimos de cero. Basta detenerse a observar la fuerza ciudadana que se ha organizado para acudir en ayuda de conocidos y desconocidos que lo están necesitando.

Sin embargo estas iniciativas son insuficientes. Necesitamos recuperar el sentido de comunidad, y en ello la participación real, el conocimiento, la aceptación de los derechos y las responsabilidades de cada cual son fundamentales. Por ello, en esta gran misión de reconstrucción, el gobierno entrante no puede dejar de lado la tarea de reconstruir una ciudadanía que, además de lamentar los desastres y de aportar solidariamente, asuma que sus derechos y responsabilidades se juegan en el ejercicio cotidiano de construir comunidad.

EMPELOTANDO A LAGOS