Existen distintos tipos de candidaturas presidenciales: las que aspiran a ganar, las que son funcionales a los objetivos de largo plazo de un sector político, las ideológicas, las fundadas en proyectos personales e incluso las meramente testimoniales. Desde el año 1989, la izquierda extraparlamentaria ha tenido campañas en parte testimoniales y en parte ideológicas, esto es, que buscaban mantener viva, más que una opción, una ideología que se resiste a morir a pesar de la evidencia internacional y chilena. Por ello, siempre estas campañas tuvieron en primera vuelta un discurso duro, contrastante con la Concertación, a la que buscaban sacar el electorado más de izquierda, en un «negocio» político que a la propia coalición de gobierno no parecía incomodarle, pues estos votos los recibía matemáticamente de vuelta en el ballotage. Claro, hasta ahora nunca se había percibido que la mayor opción de triunfo la tenía la centroderecha, como ocurre en la elección actual. Opción que se ha construido sobre el desgaste de la Concertación, sobre un candidato extraordinariamente débil y sobre la dispersión de votos que provoca la inesperada irrupción de MEO.
Este escenario, sumado al pacto parlamentario, hay que reconocerlo, ha llevado a la candidatura de Arrate a tomar un camino extraordinariamente riesgoso: dar por muerta su postulación y transformarse en un activista más de la campaña de Frei. Arriesgada estrategia, porque lo más probable es que corra la misma suerte que ya corrieron antes los ministros, la Presidenta y su familia, y todos los próceres de la Concertación. Es decir, un vano intento por traspasar apoyos hacia una candidatura que no logra subir en las encuestas. En política se suele decir que un candidato es “teflón” cuando los ataques no lo impactan, resbalan y pasan de largo sin hacerle daño. Frei ha redefinido el concepto, al ser un candidato electoralmente de teflón: los votos no se le adhieren, pasan y se van a otras candidaturas.
Por ello, el riesgo que ha tomado Arrate es mayor, pues al confundirse con Frei y plantear un pacto con él y, en términos prácticos, bajar su opción, es muy probable que logre sólo darle un nuevo impulso a MEO. Si Arrate lo que busca es enviarle electores a Frei en primera vuelta, creo que éstos rebotarán como en un frontón e irán a parar a Marco. Para Arrate, achicarse en primera vuelta, que es lo que está promoviendo al definir que la madre de todas las batallas es el enfrentamiento Frei-Piñera, es un mal negocio por donde se le mire.
Una vez más la debilidad de Frei es relevada por sus propios puntales: es tan evidente su necesidad de bastones, que ya incluso el candidato de la izquierda extraparlamentaria es necesario para salvarlo. Atacar a MEO le quita a la izquierda su mayor atractivo: el rol de alternativo. Arrate ha vuelto en los últimos días a ser parte del establishment concertacionista y le ha dejado la cancha despejada a Marco, en la recta final, para que sea éste el que encarne la opción del rebelde que no le gusta el oficialismo, cualquiera éste sea. Por último, lo que está haciendo Arrate es transformarse en el francotirador de Frei para atacar a MEO en debates y en su franja, siguiendo la más convencional de las estrategias políticas. Si la izquierda algo tiene, es un discurso alegre en las formas. La izquierda se presenta como una opción de la “buena onda”, frente a la opción conservadora más “grave”. La desesperación es mala consejera y el miedo se huele en el aire.
Este escenario, sumado al pacto parlamentario, hay que reconocerlo, ha llevado a la candidatura de Arrate a tomar un camino extraordinariamente riesgoso: dar por muerta su postulación y transformarse en un activista más de la campaña de Frei. Arriesgada estrategia, porque lo más probable es que corra la misma suerte que ya corrieron antes los ministros, la Presidenta y su familia, y todos los próceres de la Concertación. Es decir, un vano intento por traspasar apoyos hacia una candidatura que no logra subir en las encuestas. En política se suele decir que un candidato es “teflón” cuando los ataques no lo impactan, resbalan y pasan de largo sin hacerle daño. Frei ha redefinido el concepto, al ser un candidato electoralmente de teflón: los votos no se le adhieren, pasan y se van a otras candidaturas.
Por ello, el riesgo que ha tomado Arrate es mayor, pues al confundirse con Frei y plantear un pacto con él y, en términos prácticos, bajar su opción, es muy probable que logre sólo darle un nuevo impulso a MEO. Si Arrate lo que busca es enviarle electores a Frei en primera vuelta, creo que éstos rebotarán como en un frontón e irán a parar a Marco. Para Arrate, achicarse en primera vuelta, que es lo que está promoviendo al definir que la madre de todas las batallas es el enfrentamiento Frei-Piñera, es un mal negocio por donde se le mire.
Una vez más la debilidad de Frei es relevada por sus propios puntales: es tan evidente su necesidad de bastones, que ya incluso el candidato de la izquierda extraparlamentaria es necesario para salvarlo. Atacar a MEO le quita a la izquierda su mayor atractivo: el rol de alternativo. Arrate ha vuelto en los últimos días a ser parte del establishment concertacionista y le ha dejado la cancha despejada a Marco, en la recta final, para que sea éste el que encarne la opción del rebelde que no le gusta el oficialismo, cualquiera éste sea. Por último, lo que está haciendo Arrate es transformarse en el francotirador de Frei para atacar a MEO en debates y en su franja, siguiendo la más convencional de las estrategias políticas. Si la izquierda algo tiene, es un discurso alegre en las formas. La izquierda se presenta como una opción de la “buena onda”, frente a la opción conservadora más “grave”. La desesperación es mala consejera y el miedo se huele en el aire.