Colectivismo y Utopías Políticas
por Rodrigo Lema González.
América Latina ha sido un continente inestable políticamente durante toda su historia. Una mezcla de periodos democráticos y regímenes de facto que ha traído como consencuencia una polarización constante. Las eternas luchas entre izquierdas y derechas parecen no tener fin, y no se vislumbra una solución por ninguna parte, al menos hasta ahora.
Recientemente, varios países latinoamericanos han adoptado el llamado "Socialismo del Siglo XXI", una mezcla de populismo, caudillismo y un Estado tan grande que hace parecer pequeñas a las maravillas del mundo. Sus exponentes, caracterizados por una intromisión agresiva en los asuntos de otros países, modificaciones constitucionales para eternizarse en el poder mediante la implantación del mecanismo de reelección indefinida, intromisiones en la economía (expropiación de empresas, predios y otros tipos de propiedad privada) que se salen de todo amago de racionalidad, entre varios otros puntos, tienen, según lo ha reconocido explícitamente Hugo Chávez (máximo exponente de esta doctrina y, en mi opinión, uno de los payasos más grandes que alguna vez haya llegado al poder), "formar una gran república bolivariana, desde el Río Grande hasta la Patagonia".
No sé ustedes, pero esto tiene la palabra "megalomanía" escrita por todos lados. Como si no fuera suficiente todo lo anterior, sacan a relucir la tesis del "imperialismo norteamericano" (hasta donde yo sé, Estados Unidos nunca ha sido un imperio; desde el punto de vista de la clasificación política formal, es una unión de estados federados), las "oligarquías opresoras", la "burguesía" y varios otros conceptos propios del marxismo más trasnochado y recalcitrante, ese mismo que se derrumbó el 9 de noviembre de 1989, con la caída del Muro de Berlín, y que a la postre traería como consecuencia la caída de la Unión Soviética y el fin de los socialismos reales, además de dar paso a la era de la globalización que vivimos actualmente.
Puede sonar crudo, pero nunca he creído en las utopías. La vida es injusta por naturaleza, y todos, en mayor o menor medida, lo hemos sentido alguna vez. Los grandes adelantos que la raza humana ha conquistado durante toda la historia han provenido de la inventiva, la iniciativa, el trabajo y la responsabilidad personal. Aunque a varios les duela, el socialismo y todas sus variantes sólo generan pereza, al darles a todos lo mismo, sin importar sus calificaciones o esfuerzo. Y, contrariamente a los argumentos que esgrimen sus defensores, eso sí es injusto. Si te esfuerzas por lograr algo y te dedicas de corazón a ello, debes obtener una recompensa acorde a tus logros. Pero si no haces nada por mejorar, ¿qué haces pidiendo condiciones igualitarias?
Ése es el problema con esta utopía que, tristemente, se expande por nuestro continente. Los países no crecen generando pereza, sino trabajo y educación. De más está decir que los exponentes de estas doctrinas aprovechan la ignorancia de una buena parte de la población para dorarles la píldora y venderles el oro y el moro.
Para terminar, quisiera compartir con ustedes algunos pensamientos de Abraham Lincoln, que se ajustan perfectamente al caso, y que reflejan los errores fundamentales que han significado el fracaso de las doctrinas de extrema izquierda en el mundo:
Recientemente, varios países latinoamericanos han adoptado el llamado "Socialismo del Siglo XXI", una mezcla de populismo, caudillismo y un Estado tan grande que hace parecer pequeñas a las maravillas del mundo. Sus exponentes, caracterizados por una intromisión agresiva en los asuntos de otros países, modificaciones constitucionales para eternizarse en el poder mediante la implantación del mecanismo de reelección indefinida, intromisiones en la economía (expropiación de empresas, predios y otros tipos de propiedad privada) que se salen de todo amago de racionalidad, entre varios otros puntos, tienen, según lo ha reconocido explícitamente Hugo Chávez (máximo exponente de esta doctrina y, en mi opinión, uno de los payasos más grandes que alguna vez haya llegado al poder), "formar una gran república bolivariana, desde el Río Grande hasta la Patagonia".
No sé ustedes, pero esto tiene la palabra "megalomanía" escrita por todos lados. Como si no fuera suficiente todo lo anterior, sacan a relucir la tesis del "imperialismo norteamericano" (hasta donde yo sé, Estados Unidos nunca ha sido un imperio; desde el punto de vista de la clasificación política formal, es una unión de estados federados), las "oligarquías opresoras", la "burguesía" y varios otros conceptos propios del marxismo más trasnochado y recalcitrante, ese mismo que se derrumbó el 9 de noviembre de 1989, con la caída del Muro de Berlín, y que a la postre traería como consecuencia la caída de la Unión Soviética y el fin de los socialismos reales, además de dar paso a la era de la globalización que vivimos actualmente.
Puede sonar crudo, pero nunca he creído en las utopías. La vida es injusta por naturaleza, y todos, en mayor o menor medida, lo hemos sentido alguna vez. Los grandes adelantos que la raza humana ha conquistado durante toda la historia han provenido de la inventiva, la iniciativa, el trabajo y la responsabilidad personal. Aunque a varios les duela, el socialismo y todas sus variantes sólo generan pereza, al darles a todos lo mismo, sin importar sus calificaciones o esfuerzo. Y, contrariamente a los argumentos que esgrimen sus defensores, eso sí es injusto. Si te esfuerzas por lograr algo y te dedicas de corazón a ello, debes obtener una recompensa acorde a tus logros. Pero si no haces nada por mejorar, ¿qué haces pidiendo condiciones igualitarias?
Ése es el problema con esta utopía que, tristemente, se expande por nuestro continente. Los países no crecen generando pereza, sino trabajo y educación. De más está decir que los exponentes de estas doctrinas aprovechan la ignorancia de una buena parte de la población para dorarles la píldora y venderles el oro y el moro.
Para terminar, quisiera compartir con ustedes algunos pensamientos de Abraham Lincoln, que se ajustan perfectamente al caso, y que reflejan los errores fundamentales que han significado el fracaso de las doctrinas de extrema izquierda en el mundo:
No puedes ayudar a los pobres destruyendo a los ricos.
No puedes fortalecer a los débiles debilitando a los fuertes.
No puedes obtener prosperidad desincentivando el ahorro.
No puedes mejorar a los que viven de un sueldo hundiendo a los que pagan los sueldos.
No puedes promover la hermandad de los hombres incitando el odio de clases.
No puedes forjar el carácter y el coraje quitándole a las personas su iniciativa e independencia.
No puedes ayudar a las personas haciendo por ellas lo que pueden y debieran hacer por sí mismas.