miércoles, junio 10, 2009

Estado benefactor: Un lastre, sin crecimiento…

Estado benefactor: Un lastre, sin crecimiento…
por Rafael Aldunate.

Estado benefactor: Un lastre, sin crecimiento… Cuando se menciona la euroesclerosis es la expresión que refleja la Europa a partir de los ’80, cuando los beneficios sociales conseguidos por grupos organizados
(generalmente con empleo), con el interesado apoyo político (su negocio son los votos), priorizaron sus objetivos sobre los incentivos del crecimiento sustentable. Las inversiones disminuyeron y el inmovilismo se impuso. Al final perdió todo un continente. Capturó los mayores índices de desempleo (promedio del 10%, sin crisis) y su menor crecimiento terminó afectando generalizadamente el bienestar de todos.

Similar situación experimentó EE.UU., con acento en la administración Johnson, con su experimento de la Gran Sociedad. Un incremento del gasto fiscal explosivo alteró los imprescindibles equilibrios macro, inhibió la participación privada, perdió su competitividad internacional y se tradujo también en un anémico ritmo de crecimiento y empleos. Y así hay innumerables evidencias de que una excesiva protección social sin generación de valor-país puede hipotecar su futuro.

Loable es que el Estado se responsabilice del umbral básico de bienestar de la sociedad con acento en los más desposeídos, pero cuando se pierde la matriz básica de generar riqueza, y bien sabemos que los gobiernos definitivamente no generan por sí mismos riquezas y casi crónicamente administran mal los recursos, estamos en presencia de un doble problema. Existe un arraigado hábito de índole perversa.
Entre más se identifican ineficiencias y malas prácticas de empresas estatales más insisten los gobernantes de turno (mayor poder político) en soluciones estatales, para neurálgicas prioridades de la población.

Los ahorros acumulados en la actualidad para financiar la “new age”
protección social en Chile, reiteramos, se originan en inversiones, y en estas circunstancias incubadas en el pasado, que han significado el mayor salto patrimonial de Chile, probablemente de su historia republicana. Las concesiones mineras aprobadas a inicios de los ’80 en megaproyectos que han madurado coincidiendo con la bonanza del precio del cobre (Escondida, Pelambres y otros) y que han significado que junto a Codelco (disminuyendo su producción) el cobre ha representado un gravitante y decidor 34% de todos los ingresos fiscales. Posibilitando los mencionados excedentes externos, transformándolos parcialmente en bonos y subsidios, los cuales son medidas rescatables pero esencialmente paliativas y sin mayores sinergias virtuosas.

Pese a estos ahorros prodigados por el ciclo económico, nuestra economía no está ni blindada ni protegida mayormente.
El ministro de Hacienda, que se le apoyó en sus horas más difíciles —cabe recordar su aislamiento extremo de su propia coalición frente a sus iniciativas—, ahora que cuenta con un sorpresivo respaldo se le pueden enrostrar sus dichos e inacciones. Este mismo año sostuvo ¡¿“cuando en el mundo se habla de contracción, nosotros hablaremos de crecimiento”?! Pues bien, en sus dos primeros años, con gran apoyo mediático, anunció programas como Chile Invierte o Chile Crece, extremadamente tímidos, que de hecho gradualmente fue ampliando, acusando así su intrínseca debilidad original. Hoy con la perspectiva del tiempo se comprueba que Chile está formalmente en recesión (creciendo por debajo de otros 110 países; de la administración Aylwin, que creció a 7,7% promedio versus un magro 2,9% de la era Bachelet) y el desempleo se encamina rápidamente a dos dígitos sin haber realizado actualizaciones y modernizaciones que nos vislumbren un futuro mejor, desde un Estado más eficiente hasta una mayor movilidad laboral.

Los responsables de la conducción como de los programas económicos que han apoyado y tienen sus convicciones en una economía social de mercado
desde siempre han demostrado una preocupación efectiva por la hoy acuñada “protección social”. Miguel Kast —compañero de curso en la universidad— tenía una obsesión por la pobreza y como ministro le dieron las atribuciones y recursos para estructurar el “mapa de la extrema pobreza”, con la virtud adicional del rigor y la precaución de cautelar por los siempre insuficientes recursos públicos, realizando por cada proyecto una “evaluación” socioeconómica. El anterior programa presidencial de Sebastián Piñera “proposición a proposición” tenía un mayor componente de gasto social que el programa de la Presidenta Bachelet, liderado por Andrés Velasco. Esto prueba que no se trata de una conducta reactiva, sino que de convicciones profundas. Sin embargo, con un mayor protagonismo del medular rol del sector privado, que es el que genera la riqueza y amplía las oportunidades como los ingresos fiscales.

EMPELOTANDO A LAGOS