Piénsalo un poco
Suele escucharse de una persona que no se inscribe, porque total, después de las elecciones debe seguir trabajando, o se oye la afirmación de que la política es una porquería en la que no vale la pena participar, o manifestar la percepción de que nuestras opiniones no tienen valor alguno, pues las verdaderas decisiones las toman los partidos políticos.
Teniendo todas estas afirmaciones algo de ciertas, nuestra Constitución, que es mucho más sabia que lo que nos pretenden mostrar quienes están en el poder, nos da la herramienta del voto para que ejerzamos la Soberanía popular, es decir, para que hagamos escuchar nuestra voz a aquellos que encaramados en los cargos Ejecutivos se sienten en el Olimpo.
Nuestro voto tiene valor, porque la suma de las voluntades de muchos compatriotas puede cambiar el devenir de los acontecimientos y tiene la fuerza suficiente para obligar a la clase política a enmendar los rumbos que consideramos erróneos, demandar de los que ejercen las potestades políticas el cumplimiento de sus compromisos contraídos en las campañas electorales.
El voto es un arma formidable, capaz de derribar a gigantes que se han empoderado de manera falaz o de levantar alternativas de solución a los problemas que afectan al país, es tal su fortaleza que los partidos políticos gastan miles de millones para intentar atrapar nuestra voluntad y para que les beneficiemos con nuestro sufragio. El voto es capaz de botar a la peor dictadura.
Pero para votar es necesario inscribirse en los Registros Electorales, un trámite super rápido. Una vez inscritos, valorizarlo depende exclusivamente de nosotros, podemos ejercer nuestro derecho dejándonos influenciar por los cantos de sirena o concientemente informándonos de las capacidades, las aptitudes y las propuestas de los postulantes.
Votar es comprometerse con lo que sucede, pero a la vez, quizás más importante nos da el derecho a protestar si hemos sido engañados, a exigir cuenta a nuestros “representantes” por la forma en que han ejercido el poder que les hemos conferido, nos da el derecho a castigarlos, cambiándolos por otros, en el caso de considerar que han ejercido deficientemente las funciones encomendadas.
Excusas para no inscribirse y también para no votar hay muchas, pero la realidad es que el no hacerlo es solo una demostración de apatía, falta de interés y compromiso que sin duda nos condena a tener siempre a los peores en La Moneda y solo nos garantiza que nunca saldremos de la situación de subdesarrollo que tiene a gran parte del país sufriendo de miserias.