Declaraciones a la prensa del presidente del Partido Comunista chileno ponen en evidencia la maestría con que dicho sector político suele tergiversar la realidad e intenta dar legitimidad a acciones que distan mucho de ser propiamente civilizadas, democráticas y respetuosas del ser humano.
En efecto, escudándose en la violación de la soberanía territorial cometida por Colombia en contra de Ecuador, va mucho más allá, a fin de intentar dar a las FARC un manto de fuerzas beligerantes y denominando a los secuestrados “prisioneros”.
Peor aún, comete la hipocresía de acongojarse por el pueblo colombiano, respecto del cual declara “no puede seguir esperando por una paz con justicia social y respeto a los derechos humanos”.
A Dios gracias, la opinión pública nacional, respecto de la FARC, tiene claro que se trata de guerrillas que han sembrado en el pueblo colombiano el terror por décadas sobre la base del narcotráfico, el asesinato y el secuestro como uno de sus medios más eficaces. Siendo ello así, la dialéctica propia del Partido Comunista queda más que al descubierto, no siendo posible hoy por hoy cubrir con manto alguno de licitud los actos de barbarie más absolutos cometidos por dicha guerrilla terrorista.
A la estrategia comunicacional constante de la izquierda más radical, sin duda que en un primer momento colaboraron las iniciales declaraciones del Gobierno de Chile. Enérgicas en cuanto al respeto irrestricto que debe existir a la soberanía territorial de los estados, cuestión que es muy correcta, pero tibia y casi inexistente respecto de ponderar debidamente el flagelo que el pueblo colombiano sufre a consecuencia de la guerrilla y que puso al gobierno del Presidente Uribe en la disyuntiva ética de proteger a su país de un enemigo voraz.
Peor aún resultó que el Gobierno victimizara en extremo a Ecuador, pues la responsabilidad que a ese país le cabe por permitir que desde su territorio se articule la guerrilla en contra del pueblo colombiano es una responsabilidad que no se puede eludir y que merece un rechazo categórico.
Al margen de la crisis internacional, va siendo hora de que si el Partido Comunista quiere de verdad participar en el juego democrático nacional, comience de una vez por todas a renunciar, por una parte, al insoportable doble estándar de su discurso y, por la otra, a deponer sus apoyos a elementos armados que asesinan y degradan vidas humanas, cualquiera sea el lugar del mundo en que se encuentren.
Una mínima coherencia por parte de este sector del país es lo que corresponde exigir a quienes han levantado la bandera de los derechos humanos ante nuestros tribunales de justicia, so pena de merecer el repudio de todos los sectores, como también la exclusión de toda alianza política o electoral con aquéllos.
(*) Raul Torrealba del Pedregal, Alcalde de Vitacura, militante de Renovación Nacional.
En efecto, escudándose en la violación de la soberanía territorial cometida por Colombia en contra de Ecuador, va mucho más allá, a fin de intentar dar a las FARC un manto de fuerzas beligerantes y denominando a los secuestrados “prisioneros”.
Peor aún, comete la hipocresía de acongojarse por el pueblo colombiano, respecto del cual declara “no puede seguir esperando por una paz con justicia social y respeto a los derechos humanos”.
A Dios gracias, la opinión pública nacional, respecto de la FARC, tiene claro que se trata de guerrillas que han sembrado en el pueblo colombiano el terror por décadas sobre la base del narcotráfico, el asesinato y el secuestro como uno de sus medios más eficaces. Siendo ello así, la dialéctica propia del Partido Comunista queda más que al descubierto, no siendo posible hoy por hoy cubrir con manto alguno de licitud los actos de barbarie más absolutos cometidos por dicha guerrilla terrorista.
A la estrategia comunicacional constante de la izquierda más radical, sin duda que en un primer momento colaboraron las iniciales declaraciones del Gobierno de Chile. Enérgicas en cuanto al respeto irrestricto que debe existir a la soberanía territorial de los estados, cuestión que es muy correcta, pero tibia y casi inexistente respecto de ponderar debidamente el flagelo que el pueblo colombiano sufre a consecuencia de la guerrilla y que puso al gobierno del Presidente Uribe en la disyuntiva ética de proteger a su país de un enemigo voraz.
Peor aún resultó que el Gobierno victimizara en extremo a Ecuador, pues la responsabilidad que a ese país le cabe por permitir que desde su territorio se articule la guerrilla en contra del pueblo colombiano es una responsabilidad que no se puede eludir y que merece un rechazo categórico.
Al margen de la crisis internacional, va siendo hora de que si el Partido Comunista quiere de verdad participar en el juego democrático nacional, comience de una vez por todas a renunciar, por una parte, al insoportable doble estándar de su discurso y, por la otra, a deponer sus apoyos a elementos armados que asesinan y degradan vidas humanas, cualquiera sea el lugar del mundo en que se encuentren.
Una mínima coherencia por parte de este sector del país es lo que corresponde exigir a quienes han levantado la bandera de los derechos humanos ante nuestros tribunales de justicia, so pena de merecer el repudio de todos los sectores, como también la exclusión de toda alianza política o electoral con aquéllos.
(*) Raul Torrealba del Pedregal, Alcalde de Vitacura, militante de Renovación Nacional.