"Voto: responsable del futuro"
Por Mons. Juan Rubén Martínez
Por Mons. Juan Rubén Martínez
En el texto del Evangelio de este domingo (Lc. 18,9-14), el Señor nos presenta la parábola del fariseo y el publicano. San Lucas hace una apreciación sobre quienes eran los fariseos: “Algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás” (Lc.18,9). Leyendo la Palabra de Dios notamos que los fariseos eran gente que tenían un gran celo por la ley (Mt. 23,15) y solicitud por la perfección y la pureza (Mt. 5,20), pero se ataban a las tradiciones rigoristas y humanas que los hacían cometer excesos, despreciaban a los ignorantes en nombre de su propia justicia (Lc. 18,11), impedían el contacto con los pecadores y publicanos, limitando así su horizonte relacionado al amor de Dios y a los hermanos, clave de comprensión de la Palabra de Dios. Creo que es conveniente que leamos detenidamente la parábola de este domingo, porque en ella encontramos elementos profundos y necesarios en la espiritualidad y religiosidad del cristiano.
Es importante recordar que podemos realizar un verdadero encuentro de discípulos y misioneros de Jesucristo, desde la humildad y pequeñez. La actitud del publicano que nos presenta la Palabra de Dios este domingo nos puede ayudar a tener una comprensión más profunda de esta exigencia del Evangelio. El texto nos dice que el publicano, a diferencia del fariseo, que se felicitaba asimismo, se mantenía a distancia, “no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo ¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!” (Lc. 18,13). Desde el reconocimiento de nuestros pecados y límites, desde nuestras miserias, experimentamos el amor misericordioso de Dios. La gratuidad de su amor. Así nos hacemos más fácilmente instrumentos de ese amor misericordioso para con nuestros hermanos.
En este año en que al celebrar nuestro Jubileo queremos especialmente abrirnos a la gracia y con el aporte de Aparecida y de nuestro Sínodo diocesano, tenemos la oportunidad de profundizar nuestra condición de discípulos y misioneros.
El documento de Aparecida nos dice: “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc. 1,13). La voz del Señor nos sigue llamando como discípulos misioneros y nos interpela a orientar toda nuestra vida desde la realidad transformadora del Reino de Dios que se hace presente en Jesús. Acogemos con mucha alegría esta buena noticia. Dios amor es Padre de todos los hombres y mujeres, de todos los pueblos y razas. Jesucristo es el Reino de Dios que procura desplegar toda su fuerza transformadora en nuestra Iglesia y en nuestras sociedades. En Él, Dios nos ha elegido para que seamos sus hijos con el mismo origen y destino, con la misma dignidad, con los mismos derechos y deberes vividos en el mandamiento supremo del amor. El Espíritu ha puesto este germen del Reino en nuestro bautismo y lo hace crecer por la gracia de la conversión permanente gracias a la Palabra y los Sacramentos.
El texto del Evangelio de este domingo, termina señalando en relación al fariseo y al publicano: “Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado, y que se humille, será ensalzado”: (Lc. 18,14).
En muchas oportunidades hemos señalado que la santidad de los cristianos, de todos, pero sobre todo del laicado implica una seria responsabilidad en su rol ciudadano. Este domingo estamos viviendo un acontecimiento importante para nuestra Patria y Provincia. Las elecciones son un momento central en la vida democrática de una Nación. El votar nos permite poner en ejercicio esta participación ciudadana. Es fundamental que cada voto sea “responsable”, porque con él nos hacemos responsables del futuro que queremos para nuestra Patria y Provincia. Sabemos que sería negativo entender que la participación se agota y concluye en las elecciones. Es bueno recordar que como ciudadanos debemos participar habitualmente en todas las instancias que sirvan a la construcción de una sociedad mejor. Tenemos muchas preocupaciones, desafíos y esperanza los argentinos y misioneros. Nuestro compromiso cristiano y participación ciudadana nos permitirán generar una democracia más madura y una Patria de hermanos.
Hemos transcrito este texto del Padre de Mons. Juan Rubén Martínez por considerar que sus reflexiones sobre el tema ciudadano son importantes para nuestros países.