miércoles, julio 08, 2009

Fuerza de Voluntad, por Rodrigo Lema González.


Fuerza de Voluntad, por Rodrigo Lema González.
Una de las capacidades más extraordinarias del ser humano es la de resistir. A lo largo de la historia, en innumerables oportunidades la tenacidad del individuo ha sido puesta a prueba, y éste se ha visto obligado a utilizar sus habilidades al extremo para salvar la situación respectiva.

Incluso ante las mayores adversidades, la inventiva que caracteriza a nuestra especie ha permitido salir hasta de los más grandes atolladeros. Lo mismo ha ocurrido ante las propias limitaciones de la persona. Ya sea con sangre, sudor o lágrimas, dichos obstáculos han podido ser -en mayor o menor medida- superados, rescatando, con ello, una valiosa enseñanza.

Sin embargo, en estos últimos años una siniestra sombra se ha posado sobre nuestro continente. La inventiva, la tenacidad y la resistencia están desapareciendo, absorbidas por un modelo político y social cuyos fundamentos murieron hace más o menos dos décadas -ya se imaginan cuál es, mis estimados lectores- que depreda las necesidades de los sectores más vulnerables, jugando cruelmente con sus ilusiones y anhelos para vender un discurso mentiroso, que sólo termina favoreciendo a las cúpulas de poder, ejemplo vivo de la inconsecuencia. Lo peor es que esta nube se expande por Latinoamérica como una verdadera peste, y todos sabemos las consecuencias ha tenido.

Lo peor es que sin inventiva, sin tenacidad y sin resistencia, la fuerza de voluntad muere rápidamente y, en muchos casos, definitivamente. Y una vez que ha muerto, la persona pasa a ser un simple borrego, sin capacidad para cuestionar nada.

Otra capacidad de esta enfermedad -por decirlo de alguna manera-, es su facilidad para captar mentes jóvenes, que terminan, en muchos casos, cometiendo las atrocidades más grandes, dirigidos cual marionetas por los peces gordos que controlan estas organizaciones.

¿Es necesario seguir ahondando en los peligros que trae esta tormenta con todo lo que hemos visto hasta ahora? No creo. Pero todavía queda una luz de esperanza: la fuerza de voluntad. Todos, en mayor o menor medida, la poseemos, y si la usamos bien, puede convertirse en un arma increíblemente poderosa, capaz de derribar hasta al mayor de los colosos, sin importar cuán bien armado, entrenado, o adoctrinado esté.

EMPELOTANDO A LAGOS