Repulsiva Oligarquia.
Los Partidos políticos se han transformado en oligarquías repulsivas, básicamente porque hagan lo que hagan tienen sus lugares asegurados, en un sistema que les garantiza pocas posibilidades de que exista real competencia. Todos están contentos, achanchados, con esta situación que les asegura que alrededor de la mitad de los cargos de elección serán para cada una de las coaliciones existentes.
En todas las elecciones presidenciales hemos escuchado a los postulantes, y a sus comandos, lanzar todo tipo de invectivas contra el sistema bi-nominal, ofrecer todo tipo de modificaciones que aseguren una equitativa “representatividad”, pero, como casi todas sus proposiciones una vez concluida la justa electoral, junto con las promesas, son encerrados en el baúl de los recuerdos.
La democracia consiste en la delegación de nuestra soberanía popular en aquellos que nos merecen confianza, que no son necesariamente aquellos que nos imponen los partidos políticos, por lo que creemos imprescindible liberalizar las condiciones, tanto para la formación de agrupaciones como para la presentación de postulaciones independientes, lo que sin duda daría al sistema un poco de vitalidad.
La respuesta, que vendría de inmediato sería, que se fragmentaría la política, a lo que respondemos de manera tajante que habiendo un sistema de financiamiento estatal de la política, con parámetros claros de control de los aportes, esta situación de división no se produciría, pues solo daría cabida a las agrupaciones que consigan una representación mínina.
No acceder a esta petición es demostrar que se ha procedido con falsedad al proponer sistemas distintos, a la vez que se discrimina contra todos los que no forman parte del Club, con la sola excepción del Partido Comunista, al que se trata de conseguir condiciones excepcionales para asegurarse su concurso en las segundas vueltas y así poder seguir pegados a la teta fiscal.
Nuestros políticos han desprestigiado la actividad pública, porque la han ejercido con falta de honestidad, una falsedad irritante y un desenfado inconcebible se sienten con el derecho a suplantar el “mandato” de sus electores, consignado en sus promesas, por sus personales apreciaciones de la realidad, muy distintas a sus promesas de campaña. La cosa es al revés, ellos deben respeto al ciudadano.
La moralización de la política es un deber ciudadano, básicamente porque es impresentable que cada cierto tiempo nos juguemos el futuro en una “tómbola” de promesas falsas, acusaciones absurdas y planteamientos totalmente engañosos. La política debe volver a ser una actividad digna y respetada, por ser la única forma de atraer a ella a los mejores y a los con más voluntad de servicio público.
Creemos que el ejecutivo, como siempre equivoca las prioridades, pues la dignificación de la política no se producirá por impulsar leyes de financiamiento o que permitan a los partidos imponer a sus parlamentarios la forma de votar. Por el camino escogido solo se consigue que sigan “mamando” de la caja Pública y tener una serie de “borregos” sin capacidad de raciocinio ni resolución.
En todas las elecciones presidenciales hemos escuchado a los postulantes, y a sus comandos, lanzar todo tipo de invectivas contra el sistema bi-nominal, ofrecer todo tipo de modificaciones que aseguren una equitativa “representatividad”, pero, como casi todas sus proposiciones una vez concluida la justa electoral, junto con las promesas, son encerrados en el baúl de los recuerdos.
La democracia consiste en la delegación de nuestra soberanía popular en aquellos que nos merecen confianza, que no son necesariamente aquellos que nos imponen los partidos políticos, por lo que creemos imprescindible liberalizar las condiciones, tanto para la formación de agrupaciones como para la presentación de postulaciones independientes, lo que sin duda daría al sistema un poco de vitalidad.
La respuesta, que vendría de inmediato sería, que se fragmentaría la política, a lo que respondemos de manera tajante que habiendo un sistema de financiamiento estatal de la política, con parámetros claros de control de los aportes, esta situación de división no se produciría, pues solo daría cabida a las agrupaciones que consigan una representación mínina.
No acceder a esta petición es demostrar que se ha procedido con falsedad al proponer sistemas distintos, a la vez que se discrimina contra todos los que no forman parte del Club, con la sola excepción del Partido Comunista, al que se trata de conseguir condiciones excepcionales para asegurarse su concurso en las segundas vueltas y así poder seguir pegados a la teta fiscal.
Nuestros políticos han desprestigiado la actividad pública, porque la han ejercido con falta de honestidad, una falsedad irritante y un desenfado inconcebible se sienten con el derecho a suplantar el “mandato” de sus electores, consignado en sus promesas, por sus personales apreciaciones de la realidad, muy distintas a sus promesas de campaña. La cosa es al revés, ellos deben respeto al ciudadano.
La moralización de la política es un deber ciudadano, básicamente porque es impresentable que cada cierto tiempo nos juguemos el futuro en una “tómbola” de promesas falsas, acusaciones absurdas y planteamientos totalmente engañosos. La política debe volver a ser una actividad digna y respetada, por ser la única forma de atraer a ella a los mejores y a los con más voluntad de servicio público.
Creemos que el ejecutivo, como siempre equivoca las prioridades, pues la dignificación de la política no se producirá por impulsar leyes de financiamiento o que permitan a los partidos imponer a sus parlamentarios la forma de votar. Por el camino escogido solo se consigue que sigan “mamando” de la caja Pública y tener una serie de “borregos” sin capacidad de raciocinio ni resolución.