¿Debe salir la ministra? Sí, simplemente —y aunque sea duro decirlo— porque no califica para el cargo. Ella es, sin duda, inteligente y una hábil política, pero no alcanza en este caso. No hay ningún actor político, ni opinólogo a la sazón, que no clame a los cuatro vientos que la llave maestra del desarrollo, del futuro y de la equidad es la educación. Y efectivamente lo es. Entonces, uno espera que ese desafío sea encabezado literalmente por el o la mejor disponible en el país, no un amateur. Si le encargáramos el tema a un “headhunter”, deberíamos hacerle un listado de requisitos que esperamos cumplan los candidatos.
Veamos. Lo primero, que tenga todos los pergaminos académicos necesarios en educación. Esto significa, a lo menos, un buen postgrado. Ello, por una razón elemental. La educación de un país llega hasta ese nivel y más aún. Por eso, quien va a supervisar y proponer políticas para este sector debe al menos “haber estado” por ahí alguna vez, incluso si sólo fuera para saber de qué se trata el asunto cuando hable con los asesores. En Chile, es verdad, poca gente entiende esto. De hecho, está lleno de universidades con rectores y autoridades académicas que no cumplen ese requisito tan básico. Es más, hay académicos que dirigen programas de postgrado que ellos mismos no tienen. Bueno, por eso estamos donde estamos.
Lo segundo es que tenga bastante experiencia en la dirección y gestión de establecimientos educativos; de nuevo, para saber de qué se trata todo esto en la práctica. Lo tercero, que tenga propuestas propias, claras y fundamentadas sobre el futuro de la educación, resultado de su propia trayectoria e investigación Eso se materializa normalmente en los trabajos que tenga escritos.
En cuarto lugar, necesitamos una persona capaz de manejar cientos de miles de millones de pesos anuales con gran cuidado, transparencia y sobre todo eficiencia. Es decir, que tenga grandes habilidades de gestión.
Finalmente, y en ese orden, necesitamos una persona que tenga habilidades políticas e interés por la política. Es decir, no nos sirve un simple tecnócrata. Como no nos sirve un político, que es el caso en comento, por muy brillante que sea. Esta combinación se logra en personas que ya tienen gran experiencia y trayectoria, que sí han hecho el camino técnico, profesional, académico y que han evolucionado a las políticas públicas y la gestión.
Entonces yo pregunto: ¿califica la actual ministra para el cargo? Creo que la respuesta es elemental.
¿Y qué es lo que esta ministra nos ha ofrecido? Primero, un muy mal proyecto inicial, mirando el futuro por el retrovisor, añorando antiguos modelos de educación estatal. Su norte era eliminar el lucro, que es como derogar la ley de gravedad. Y, por cierto, mucha, pero mucha nueva burocracia estatal. Un proyecto rechazado de plano por la oposición, obligando a una negociación. Un proyecto que no toca el estatuto docente, uno de los principales obstáculos a la gestión moderna y que ha matado la educación municipal.
La ministra, además, es poco competente en la gestión. Advertida desde el inicio de su mandato de un problema serio de contabilidad, no hubo ni hay una propuesta activa, con iniciativa, para hacer modelos de gestión modernos, con tecnología, y erradicar el problema. Su objetivo es sólo dejar tranquila a la Contraloría, más que aportar gestión de avanzada para los miles de miles de millones que maneja. Y el funcionario responsable, a quien se le aconseja destituir, es casi premiado con una sanción que lo deja ad eternum en la máquina estatal.
Curiosamente la ex subsecretaria Pilar Romaguera, ampliamente más calificada que la actual ministra y que cumplía casi todos los requisitos, es la exonerada. Y para colmo de los colmos, la ministra nos sale con la cuchufleta de que todo esto se debe a un ataque personal por el hecho de ser chica, de color oscuro, clase media, mujer y de pueblos originarios.
Esta pobreza de argumentos denota plenamente de qué estamos hablando. Aún más asombroso es que el equipo político de gobierno ha dejado entrever que todos aconsejaron el cambio de ministro. Resultado de no escuchar, ahora tenemos no sólo un problema técnico, sino que también una crisis política mayor, radicada en un Congreso y que afecta a la Presidenta misma. Un nuevo autogol increíble.
En el tema educación, el Gobierno queda para marzo.
N.de R.:
Es un análisis descarnado, duro, pero lamentablemente correcto y real.